Por Ernesto Álvarez Miranda, publicado en Expreso
En su conocido libro Doce tesis sobre la política, el profesor gallego Antonio Carlos Pereira Menaut (quien participará en el XV Congreso Nacional de Derecho Constitucional en septiembre) planteaba la autonomía de la política como actividad intrínsecamente humana respecto de otras disciplinas que pretendían absorberla o, lo contrario, rechazarla. Plantear, por ejemplo, que un determinado problema político puede resolverse tan solo con mejor educación es menoscabar la autonomía de la política y partir, ciertamente, de una premisa falsa. Precisamente, su sexta tesis parte del enunciado: La política es por naturaleza polémica y conciliatoria al mismo tiempo, recordando que, al ser una actividad donde se intenta representar intereses y tendencias existentes en las sociedades heterogéneas para que sean consideradas en los espacios de decisión, es lógico que la actividad referida refleje los conflictos entre esas necesidades, pues el triunfo de una requiere el fracaso de la otra. De esa manera, los grupos sociales que componen la sociedad encuentran en la política la manera de confrontar con sus rivales de forma pacífica, garantizando la convivencia y el manejo de las frustraciones.
Bajar los impuestos para incentivar inversiones y, con estas, aumentar los puestos de trabajo, colisiona directamente con el planteamiento de aumentar los derechos fundamentales asumidos como elementos del Estado de bienestar, que se ha de financiar con mayores impuestos. Allí se encuentra una diferenciación entre derechas e izquierdas que inevitablemente conduce a sendas acciones políticas opuestas; luego de elecciones periódicas, plurales y competitivas, ante la necesidad de conformar un gobierno estable, la misma actividad política adopta fórmulas conciliatorias cuya fortaleza va en relación directa con la calidad de los actores políticos que representan esas corrientes ideológicas. Eso es lo sano. Pero, como no siempre los políticos que llegan a los más altos niveles de responsabilidad lo logran por una esmerada formación o por una trayectoria meritoria, la fase de conciliación se dificulta y, ante una crisis, se apela a la unidad nacional mediante la generación de conflictos con países vecinos.
Este fenómeno es recurrente en la historia política. Personajes limitados como Galtieri o Petro tienen en común el ser impulsores de la antipolítica; esto es, son abanderados del relato único, autoritarios en busca de imponer regímenes con un solo modelo ideológico de sociedad, vaciándola de política y usando el discurso de unidad ante el inminente peligro de guerra con el nuevo enemigo, a la manera de Oceanía, Eurasia y Estasia de la novela 1984 de George Orwell. Como carecen de lucidez y de prejuicios, no dudan en lanzar a su país a una guerra innecesaria si con ello pueden salvar una delicada situación interna. Es el caso de Colombia, sumergida en el desfigurado socialismo de un torturador de rehenes, notorio adicto al alcohol y otras sustancias, que ha encontrado la forma de distraer la atención por sus errores y frustraciones.
Fuente: CanalB
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