Opinión

El arte de la ingratitud; por María Isabel León

Publicado el 24 de noviembre de 2025

Por María Isabel León, educadora y empresaria

Publicado en Correo

 

“No hagas el bien si no tienes la fuerza suficiente para soportar la ingratitud”, decía Confucio y no es una exageración: es una advertencia. En el espacio público, en las organizaciones, en la vida misma, la ingratitud no es la excepción, es la regla. Y, sin embargo, seguimos esperando reconocimiento, agradecimiento tácito o, al menos, un mínimo de memoria. Ese es uno de los grandes errores del liderazgo: creer que la recompensa vendrá de las mismas personas a quienes servimos.

 

La ingratitud duele porque golpea donde más somos vulnerables: en la convicción de que actuar “bien” debería bastar. Pero la vida cívica demuestra que no siempre es así. A veces das más de lo que te corresponde, pones el cuerpo en medio de la tormenta, sostienes instituciones que no te pertenecen, construyes puentes para quienes luego preferirán incendiarte en el camino. Esa es la paradoja del servicio: uno entrega luz, pero no puede evitar a quienes elijan verla como amenaza.

 

En el Perú —un país marcado por la volatilidad, la sospecha y la precariedad institucional— la ingratitud opera como un mecanismo de defensa social: desconfiamos por anticipado, atacamos antes de comprender, cuestionamos por reflejo. No porque la gente sea mala, sino porque el sistema nos ha acostumbrado a vivir con miedo y a premiar al oportunista antes que al consistente. Por eso quien decide servir debe estar preparado para una prueba doble: resistir la ingratitud y no convertirse en parte de ella.

 

Hay quienes se quiebran ante el desdén; otros, en cambio, descubren allí su verdadero carácter y fuerza personal. El liderazgo auténtico no se define en los aplausos, sino en el silencio incómodo que llega cuando las decisiones correctas son las decisiones impopulares. Servir es asumir que muchas veces te criticarán por lo que hiciste, te atribuirán lo que no hiciste y olvidarán lo que entregaste. Finalmente, la gratitud es un gesto, el servicio es un compromiso y el liderazgo, la decisión diaria de seguir adelante incluso cuando nadie te aplaude. No des a nadie lo que te pida, sino lo que entiendas que necesita y soporta luego la ingratitud, Lo dijo Miguel de Unamuno y su cita no puede ser más actual.

 

 

 

Fuente: CanalB

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