Por Víctor García Toma, expresidente del Tribunal Constitucional
Publicado en La Noticia
Dicha noción alude a un sistema político y cultural, en donde el origen y legitimidad del ejercicio del poder se sustentan en la libre voluntad participante del pueblo expresada en el sufragio; para lo cual se requiere asegurar la existencia de la libre difusión de las ideas y un sistema de partidos, los cuales se convierten —si en verdad actúan como tales— en la correa de transmisión entre la ciudadanía y el gobierno.
En nuestro país, una serie de “organizaciones” tienen dueño o se encuentran en calidad de inquilinos de ocasión. Estas se han presentado ante la ciudadanía enmascaradas bajo unas siglas y un símbolo vacíos de contenido, disponiéndose a disputar con el mayor desparpajo la lid electoral. De allí que sean resaltables las muestras palpables de una verdadera identidad política como el APRA, que se apresta a una competencia interna para elegir a sus candidatos entre una pluralidad de opciones, que aspiran al voto universal de los afiliados sin pretender “animar” a los votantes bajo el estímulo del dinero o los obsequios.
Ojalá que la pantomima “partidaria” que sufre el país sea castigada con el desprecio ciudadano, que tiene el deber de promover un gobierno encargado a una organización con ideario, programa, cuadros y hábitos acordes con los valores democráticos y la moral social; técnicamente eficiente y eficaz.
La participación ciudadana para determinar el mandato de representación debe guiarse por el sentido de responsabilidad y cabal madurez ciudadana. Bastante daño nos hemos autoinfligido autorizando con nuestro voto el experimento siempre fallido de encargar el gobierno al ignaro, inexperto y poco apegado a la ética pública.
Escojamos con prudencia entre aquellos que pueden acreditar trayectoria política, que pueden exhibir presencia en la sociedad civil. Es decir, votar por lo que positivamente se sabe y no por lo que cabalmente se desconoce
La ciudadanía debe tener siempre presente que el sistema democrático implica un conjunto interconectado de ideas o valores, instituciones políticas, reglas, prácticas de comportamiento comunitario y programas gubernamentales dirigidos a asegurar los fines anteriormente descritos.
Así, expone una ideología adoptada como carta de navegación gubernamental establecida en la Constitución.
Expresa la aspiración de consecución de un cierto tipo de existencia y coexistencia.
Los valores ideológicos representan el fundamento, núcleo y base del sistema. Estos exhiben el catálogo axiológico a partir del cual se da un determinado sentido a la convivencia y la finalidad institucionalizadora del Estado. Tal es el caso de las nociones de libertad, igualdad, participación, pluralidad, tolerancia y búsqueda del consenso.
Los principios democráticos orientan una práctica política determinada. Por ende, toman asiento pautas basilares como: la legitimidad de origen y de ejercicio de la autoridad; la renovación periódica en los cargos públicos; la competencia electoral abierta; la tolerancia; la concertación; la transparencia en las decisiones, políticas y jurisdiccionales; la fiscalización institucional y ciudadana; la determinación de responsabilidades funcionales; y el respeto a la dignidad humana.
Para que todo ello sea posible, se requiere de la voluntad razonada, informada, serena y positiva.
Hay que votar por el mejor dentro de lo que conocemos y respetamos. Pongamos en el desván la furia sin sentido, la prebenda que compra conciencias, la tinka de la suerte.
Votemos por vivir en democracia, eligiendo a representantes afiliados a la democracia.
Fuente: CanalB
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