Por Martha Chávez, publicado en Expreso
Reiteradamente, sea o no como congresista de la República, he planteado (e insisto cada vez que tengo oportunidad) que un candidato a la presidencia de la República debería ser, ya sea fundador o militante por 10 años como mínimo, del partido político que lo propone como tal.
El 11 de septiembre de 1992, junto a Carlos Blanco O., Demetrio Patsias M. y Jaime Yoshiyama T., constituí el Movimiento Independiente Nueva Mayoría, para agrupar a los técnicos que el entonces presidente de la República, A. Fujimori, había convocado una vez en el poder gubernamental al que accedió en 1990, con el partido político Cambio 90 que él había fundado en 1989.
En estas tres décadas he podido constatar directamente que hacer parte de una organización política no es un lecho de rosas, que a fuerza de situaciones difíciles y hasta peligrosas para la integridad personal, así como también muchas otras tremendamente dichosas y enriquecedoras, pero que todas ellas siempre reclaman enorme dedicación del tiempo individual, familiar y social, se aprende a hacer política, a identificarse con un programa de gobierno, a ser consistente y leal con un ideal y a tratar con los líderes y las bases de esa organización política.
Considero improbable, por no decir imposible, que una persona que no haya pasado por la experiencia de fundar un partido político o militar por varios años en él, pueda entender lo que significa hacer Política. Tener una destacada vida laboral, profesional, empresarial, etc., no garantiza que se entienda el quehacer político, menos estar preparado para el gran reto –por el inmenso poder que representa– de buscar el cargo y las funciones de jefe de Estado y jefe de Gobierno, como es el caso del presidente de la República del Perú.
Cierto que tampoco fundar y militar en un partido político garantiza por sí solo ser un buen político, como tampoco tener títulos, maestrías y doctorados asegura ser un buen profesional, pero las probabilidades son mucho mayores que en el caso de un paracaidista político.
Con esta explicación, insisto en la exigencia de que las autoridades electorales, fiscales, judiciales y tributarias no incurran en negligente complicidad dejando pasar, sin investigación y castigo, casos –recientes y actuales, incluso con expresa admisión– en los que se evidencia alquiler de partidos políticos por personajes ajenos a toda experiencia partidaria, que la mayor parte de las veces le creen a su sobredimensionado ego y se imaginan, de la noche a la mañana, capaces de ser candidatos presidenciales.
Fuente: CanalB
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