Por César Ramírez Lynch - Head Portfolio Manager - Fondo de Infraestructura AM Sura – Credicorp Capital
Economista, Universidad del Pacífico. MPA-MBA Joint Degree, Harvard – Northwestern
Las proximidades de fiestas patrias invitan a reflexión. ¿Dónde se encuentro uno? ¿Dónde se encuentra el Perú? ¿Dónde se encuentra el mundo?
Entender que estás jugando la segunda mitad de tu vida te lleva a pensar qué le vas a dejar a tu familia, a tu país cuando ya no esté en el mundo. La generación a la que pertenezco creció acostumbrada a extremos. Pasamos de Sendero Luminoso e hiperinflación a ser el segundo país con mayor crecimiento económico en el mundo, después de China, en 1994, el año que me gradué de economista.
De regímenes militares en los 70s y una década perdida en los 80s, América Latina adoptó políticas liberales en los 90s. Perú, específicamente, se benefició del crecimiento económico de China en las primeras décadas de este siglo.
Perú tiene todo para ser una potencia mundial. El mar de Grau, bendecido por la corriente de Humboldt, aporta una riqueza alimenticia inigualable. Los arenales de la costa regados adecuadamente nos han llevado a ser los principales productores de arándanos. Las montañas de la sierra contribuyen con sus minerales a las refinerías del orbe. Nuestra Amazonía y su biodiversidad nos llena de oxígeno. El peruano, con su emprendimiento ejemplar, combinó las recetas de sus abuelas, que migraron de varios países, para hacer la mejor comida del mundo.
Crecimos en la guerra fría donde existían dos bandos. Hoy el mundo cambió: los vectores políticos y económicos apuntan a todos lados y existen varios bandos. En la cronología de tiempo de la humanidad, los imperios duran poco. El siguiente es China. Nuestro país ya fue un imperio: Tahuantinsuyo.
En el 2017 regresé al Perú con mi familia, pensando que iba ser testigo de un crecimiento prolongado del país. ¡Que ingenuo! Hemos sido testigos de seis presidentes -casi uno por año- y un deterioro del andamiaje institucional que fue el pilar del desarrollo de nuestro país en las últimas décadas. Sin embargo, mi generación, temprano en la vida, desarrolló una resiliencia que nos ha permitido navegar estos tiempos turbulentos.
Depende de nosotros dar el ejemplo a las siguientes generaciones. Con una visión compartida de país es posible. No es fácil, por supuesto; nuestro país tiene todas las sangres, y, ponernos de acuerdo por objetivos comunes es complejo. Hagámoslo por las futuras generaciones para dejar no sólo progreso, sino, más importante aún, un sentido de nación.
Hoy nos encontramos en vísperas de iniciar un periodo electoral para escoger a nuestros gobernantes y estamos, una vez más, en un punto de quiebre. Si no elegimos bien este periodo será recordado como la consolidación del deterioro del Perú. Hay que tener la humildad para entender que en el Perú pensamos distinto. Irónicamente, ahí radica nuestra fortaleza. Cuando los peruanos logramos integrar nuestra diversidad, como es el caso de nuestra comida, nos convertimos en una potencia.
¡Esa es la riqueza de nuestro país, su diversidad de pensamiento, de credo, de razas, de geografía, de culturas! Una visión de desarrollo consensuada es lo que nos va a sacar adelante. Esta vez elijo obrar por el bien común, por el bien de nuestras generaciones jóvenes. ¿Tú qué vas a elegir?
Fuente: CanalB
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