Opinión

Nutrición, envejecimiento y longevidad; por Manolo Fernández

Publicado el 01 de septiembre de 2025

Por Manolo Fernández D MV, MSC, PhD h.c.

 

La nutrición humana, por más completa que intentemos hacerla, siempre es incompleta. El organismo está constituido por billones de células, y cada una de ellas requiere un equilibrio dinámico de millones de reacciones bioquímicas y químicas.

 

Aunque la dieta nos provea proteínas, carbohidratos, grasas, vitaminas y minerales, estos nutrientes no siempre llegan con la precisión temporal, espacial y cuantitativa que exige el metabolismo celular. Esa brecha, invisible pero constante, es la que marca el desgaste del cuerpo y abre paso al envejecimiento.

 

La nutrición es como el combustible de una maquinaria perfecta, pero nunca logra cubrir cada engranaje con exactitud. Por ello, el ser humano, a pesar de los avances médicos y dietéticos, sigue limitado a una vida media de 70 a 90 años.

 

La frase popular “la mejor nutrición es la comida de olla” encierra un valor cultural, pero desde la ciencia resulta insuficiente y hasta engañosa. El cuerpo humano no se sostiene únicamente de lo casero, por más sano que sea, porque la nutrición nunca es completa.

 

La verdadera tragedia es que esta deficiencia se acentúa con la edad. A medida que los años avanzan:

 

  • La capacidad de asimilación disminuye: el intestino absorbe menos nutrientes, el estómago produce menos ácido, el hígado y los riñones pierden eficiencia.
  • El apetito se reduce: paradójicamente, el ser humano come menos justo cuando más necesitaría de un soporte nutricional exacto.
  • Los trastornos metabólicos, consecuencia de décadas de mala alimentación, generan inflamación crónica, resistencia a la insulina, pérdida de masa muscular y alteraciones enzimáticas que agravan la deficiencia nutricional.

 

Esto crea un círculo vicioso: el envejecimiento disminuye la absorción y el deseo de comer, y la mala nutrición acelera ese mismo envejecimiento.

 

Un aspecto clave en la longevidad se encuentra en los telómeros, las estructuras que protegen los extremos de los cromosomas. Con cada división celular, los telómeros se acortan, y ese acortamiento progresivo actúa como un reloj biológico que determina el límite de la vida celular.

 

Aquí entra la nutrición como moduladora de la vejez: ciertos nutrientes, antioxidantes y compuestos bioactivos pueden retrasar la reducción del tamaño de los telómeros o incluso activar enzimas como la telomerasa, que los reparan parcialmente. Dietas ricas en omega-3, polifenoles (como el resveratrol), vitaminas antioxidantes (C, E), minerales como el zinc, y fitonutrientes presentes en frutas y vegetales frescos han demostrado tener un rol protector frente al acortamiento acelerado de los telómeros.

 

Si la nutrición pudiera optimizar al máximo este proceso —supliendo no solo lo básico, sino lo específico para proteger los telómeros y evitar el estrés oxidativo—, el envejecimiento podría modularse activamente, prolongando la vitalidad celular y con ello la vida del organismo.

 

Imaginemos un escenario en el que la ciencia desarrollara una nutrición capaz de suplir exactamente lo que cada célula requiere en cada instante y, además, impidiera el acortamiento telomérico. En ese caso, el ser humano no solo viviría más tiempo, sino que lo haría con un organismo resistente al deterioro, con órganos que no pierden funcionalidad y con una mente lúcida incluso en edades avanzadas. En tal contexto, vivir más de 200 años no sería un mito, sino una consecuencia de haber eliminado los déficits acumulativos que hoy condicionan nuestra longevidad.

 

El envejecimiento no es solo un número, es la suma de nutrición incompleta, menor asimilación y malos hábitos alimenticios acumulados. Por eso, el gran desafío de la humanidad no es solo comer, sino nutrir con precisión: proteger los telómeros, mantener la maquinaria metabólica eficiente y romper el círculo vicioso que condena a comer menos y absorber menos con la edad.

 

Solo así, la idea de vivir más de 200 años dejará de ser un sueño imposible y se acercará a una frontera real de la biología.

 

 

 

 

Fuente: CanalB

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