Opinión

EE.UU., China y el Perú: ¿carrera o cooperación por el futuro de Sudamérica?; por José Ignacio de Romaña

Publicado el 07 de julio de 2025

Por José Ignacio de Romaña

 

Durante buena parte del siglo XX , antes de 1970,el Perú fue un imán para las grandes inversiones de Estados Unidos. Compañías como Cerro de Pasco Corporation, International Petroleum Company (IPC), Ford Motor Company, W.R. Grace, Standard Oil, Southern Peru Copper Corporation y Marcona Mining Company no solo trajeron capital: trajeron tecnología, empleo formal, redes logísticas y visión de largo plazo. Estas inversiones generaron decenas de miles de empleos directos y cientos de miles indirectos, especialmente en minería, energía, transporte e industria. Aquella etapa marcó el inicio de la industrialización en diversas regiones del país.

 

Hoy, más de medio siglo después, el Perú vuelve a estar en la mira de las potencias globales, esta vez con un actor protagónico: China. La diferencia es clara. China no solo invierte: ejecuta rápido, moviliza a sus empresas estatales, asegura financiamiento, y adapta su diplomacia comercial a las necesidades del país anfitrión. Cuando el presidente Xi Jinping dice que quiere “hacer brillar al Perú”, no lanza una frase simbólica: activa bancos, ingenieros, contratos y créditos.


Si el Perú aprueba una Ley de Zonas Económicas Especiales (ZEE) con condiciones claras, competitivas y estables, podría convertirse en el hub logístico y manufacturero del Pacífico Sur. Pero para lograrlo, debe dejar atrás el lastre burocrático y la mezquindad política que mantienen la ley empantanada en el Ejecutivo y el Congreso.


Sin embargo, esta discusión no se agota en China. Estados Unidos también tiene una oportunidad histórica y una responsabilidad estratégica frente al continente. Si Washington quiere realmente reducir la migración hacia su frontera sur, debería invertir en la prosperidad de América Latina, especialmente en países como el Perú, que combinan estabilidad macroeconómica, potencial productivo y una vocación democrática.


El gobierno estadounidense podría establecer un régimen tributario preferencial o un fondo de garantías para empresas norteamericanas que inviertan en sectores estratégicos de Sudamérica. ¿Por qué no pensar en una “Iniciativa Prosperidad Andina”, similar al Plan Marshall, centrada en infraestructura, tecnología, salud, educación y desarrollo industrial? Incluso podría impulsarse una ley de “obras por impuestos” para empresas norteamericanas en la región.


América del Sur es un continente de más de 400 millones de personas, con un mercado emergente que, si se articula con visión de largo plazo, puede ser una fuente inmensa de crecimiento, innovación y estabilidad.


La diferencia clave es que en China las empresas siguen una estrategia nacional coordinada; en EE.UU., las decisiones son corporativas. Por eso el liderazgo debe venir del Estado: con un mensaje claro: “Invierte en el Perú y contarás con respaldo estratégico y fiscal”. De lo contrario, las empresas norteamericanas seguirán observando desde la tribuna mientras Asia construye el futuro de la región. El partido se juega en casa, y la visita va ganando con planificación, visión, liderazgo e inversión de largo plazo.


Un ser humano con trabajo, seguridad y salud no abandona su tierra ni a su familia. Si se promueve la inversión en infraestructura y tecnología, América, la del Sur, la Central y la del Norte, puede convertirse en un continente productivo, moderno y con menores brechas de pobreza.


Sudamérica no quiere elegir entre Washington y Beijing. Quiere a ambos. Lo que necesita es inversión, empleo, conectividad y acceso a mercados. Si Latinoamérica prospera, habrá menos pobreza, menos migración forzada, más estabilidad democrática y más cooperación global.


Propongamos entonces una carrera de cooperación, no de confrontación. Un plan justo donde ganen las empresas norteamericanas, las asiáticas… y sobre todo, los pueblos de la región. Aquí solo falta allanar la cancha: falta aprobar la Ley de Zonas Económicas Especiales Privadas.

 

Y que venga la inversión. Toda.

 

 

 

 

Fuente: CanalB

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