Por Rafael de la Piedra Seminario, publicado en El Salmón
"Puedes ignorar la realidad, pero no puedes ignorar las consecuencias de ignorarla".
Ayn Rand
Actualmente vivimos en un contexto de polarización social y política, por lo tanto, la aproximación y sobre todo la comprensión de la realidad se ve amenazada por prejuicios e ideologías que, lejos de facilitar el análisis, lo distorsionan. Interpretar el mundo únicamente a través de marcos ideológicos cerrados reduce su complejidad y convierte al otro en una categoría o una simple etiqueta. De este modo, el “otro” deja de ser una persona para convertirse en una mera caricatura ideológica. Este fenómeno no solo empobrece el diálogo, sino que erosiona los cimientos fundamentales de toda convivencia humana.
El problema de la ideologización del pensamiento es que produce lo que se denomina inconmensurabilidad: la imposibilidad de diálogo cuando hay ciertos paradigmas o marcos conceptuales que no pueden compararse directamente porque utilizan lenguajes, supuestos y criterios de validación distintos. Tal situación no solo obstaculiza la discusión y el diálogo; sino que cierra toda posibilidad de evaluar y aprender a través de miradas distintas de la realidad.
Conocer la realidad sin prejuicios ni ideologías no implica ausencia de convicciones, sino el reconocimiento de que ninguna postura agota lo real. En este sentido, el pluralismo metodológico defendido por Quintanilla (2018) es clave: “varios caminos pueden ser igualmente válidos” para llegar a la comprensión (p. 26). Ello exige cultivar una sincera empatía intelectual: escuchar a quien piensa distinto, examinar críticamente nuestras propias creencias y contrastarlas con datos, razones y experiencias plurales.
Quintanilla (2018) advierte que no es necesario que todas las tradiciones filosóficas compartan idénticos valores epistémicos o criterios de confiabilidad, pero sí que, “en muchos casos… las discrepancias filosóficas pueden salvarse gracias a que los hechos muestran que una posición es más explicativa que otra” (p. 33). Este planteamiento conduce a una conclusión fundamental: la verdad no se defiende desde trincheras ideológicas, sino desde un compromiso honesto con la realidad misma.
Abrirse a la realidad significa dejarse interpelar por ella, sin imponer de antemano nuestras categorías ni reducciones; es aprender a escuchar el palpitar de la vida. Pero, sobre todo, implica descubrir que en cada persona se encierra una hondura que escapa a toda mirada apresurada y que nos invita, con silenciosa fuerza, al asombro y a la comunión.
Referencias
Quintanilla, P. (2018). ¿Una revolución filosófica para el siglo XXI? En C. Monteagudo & P. Quintanilla (Eds.), Los caminos de la filosofía. Diálogo y método (pp. 23-36). Pontificia Universidad Católica del Perú.
Fuente: CanalB
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