Por Rodrigo Ballester, publicado en Fundación Disenso
La muerte de Charlie Kirk es también un atentado contra la libertad de expresión y la cultura del debate, un intento de asesinato de lo que hizo grande a Occidente: confrontar ideas, argumentar, razonar y no dejar llevarse por las emociones.
 
¿Algunos todavía se preguntan si existe el wokismo y qué es la cultura de la cancelación? La respuesta ya admite dudas: es asesinar a un joven padre de familia que organizaba debates en universidades para razonar, dialogar y confrontar ideas entre adultos. Es tildar el disenso de «odio», prohibir la realidad, elevar «cordones sanitarios», sacralizar las emociones hasta el fanatismo.
Es asumir un supremacismo moral y disfrazarlo de virtud, es deshumanizar al adversario y apropiarse de la democracia. Y es llamar fascista a Charlie Kirk horas después de su muerte insinuando que, en el fondo, se lo mereció porque la «violencia» (pensar y expresarse en público) llama a la violencia (pegar un tiro en la yugular). Eso dijo Ignasi Guardans, antiguo diputado europeo, en la SER y así piensas millones de wokes fanatizados.
«A Charlie le han asesinado por ser conservador, cristiano, patriota, contrario al aborto y oponerse a la inmigración ilegal»
Después del abyecto asesinato de Kirk nadie podrá ya decir que wokismo es algo marginal, un buenismo descarriado, sin más. No, es un cáncer cultural que tiene las manos cubiertas de sangre y ha llevado a Occidente a un grado de putrefacción social e intelectual inimaginable. Tenemos que erradicarlo antes de que él erradique el pluralismo y la libertad de expresión. Hablemos claro: a Charlie le han asesinado en primer lugar por ser conservador, por decir alto y claro que era cristiano, patriota, contrario al aborto, afirmar que solo existen dos sexos y oponerse a la inmigración ilegal.
Su muerte es el más trágico ejemplo de esta nefasta tendencia de prohibir o incluso criminalizar opiniones disonantes y de restringir la respetabilidad del debate político a una sola opción. Detrás del «discursos de odio», de los cordones sanitarios o de las «fuerzas europeas democráticas» (dixit Von der Leyen en su último discurso), se esconde una pulsión autocrática que mina la democracia y transforma a los adversarios en enemigos y los deshumaniza para poder aniquilarles sin demasiados dilemas morales. Equiparar ser conservador con el «odio» es la antesala de la tiranía y, últimamente, Occidente ya ha dado demasiados ejemplos de ese tic autocrático, incluido en la Unión Europea.
Después de los intentos de asesinato contra Bolsonaro, Trump y Fico, las agresiones contra Milei y Babis, los asesinatos de Shinzo Abe en Japón, Villavicencio en Ecuador y Uribe en Colombia, por no hablar de la muerte de Pim Fortuyn en 2002 o la reciente matanza de Minneapolis a manos de un transgénero, ya es hora de que la izquierda empiece a preguntarse quién odia a quién.
«La muerte de Charlie Kirk es también un atentado contra la libertad de expresión y la cultura del debate»
Desgraciadamente, la muerte de Charlie Kirk es también un atentado contra la libertad de expresión y la cultura del debate, un intento de asesinato de lo que hizo grande a Occidente: confrontar ideas, argumentar, razonar y no dejar llevarse por las emociones. Kirk no hacía otra cosa que ir de campus en campus para suplir a las universidades en su misión principal que ya no cumplen: la formación y el intercambio de ideas basadas sobre el conocimiento.
Como él mismo decía, dejar de hablar es el primer paso hacia el enfrentamiento civil y debatir es sobre todo tender puentes y desradicalizar varios colectivos encerrados en una burbuja de certezas, dogmas y emotividad.
Una vez tuve la oportunidad de reunirme con un antiguo yihadista británico que contaba con gratitud como un profesor le había rescatado de su espiral de odio y victimismo a base de método socrático, forzándole a replantearse sus prejuicios y a razonar. ¿Acaso hacía otra cosa Charlie? Por eso, también, le han asesinado y le tildan de fascista hasta después de su muerte.
«Estaba en las antípodas de este delirio liberticida y acabó pagando con su vida su valentía, brillantez y espíritu de apertura»
Ya sabíamos que la cultura de la cancelación es mediocridad, cobardía, estulticia, oscurantismo. Ahora, queda claro que es también violencia y muerte. Charlie Kirk representaba todo lo contrario, estaba en las antípodas de este delirio liberticida y acabó pagando con su vida su valentía, su brillantez, su espíritu de apertura, su combatividad y su anhelo de construir puentes para que jóvenes podridos de ideología y presos de sus emociones salgan de la caverna.
Su asesinato es una pérdida irreparable, sobre todo para su viuda y sus dos hijos a los que el fanatismo woke ha arrebatado un hombre excepcional. Mi más sentido pésame, y también mi admiración y gratitud por esta leyenda que ha devuelto la esperanza a decenas de millones de personas y que recogerán el testigo de vuestro padre y marido para multiplicar su legado.
Rest in peace Charlie, la muerte no es el final. Y cómo el Parlamento Europeo tuvo la desfachatez de ningunearte, que sepas que el día de tu asesinato, mis alumnos y yo empezamos la clase dedicándote un minuto de silencio.
Fuente: CanalB
Phillip Butters, precandidato…
La Cuarta Fiscalía Superior Especializada…
Marcelo Arana Siekmann fue promovido…
El jefe del Instituto Nacional…
El Congreso y el Ejecutivo oficializaron…