Por Manolo Fernandez D. MV, MSC, PhD h.c.
El descubrimiento del papel modulador del microbioma intestinal en la respuesta inmunitaria antitumoral ha abierto una vía revolucionaria en la oncología de precisión. En este marco, Akkermansia muciniphila, Lactobacillus brevis y diversas cepas de Lactobacillus emergen no solo como simbiontes beneficiosos, sino como verdaderos agentes coadyuvantes en la inmunoterapia del cáncer.
Este planteamiento se sostiene sobre la comprensión emergente del eje intestino- cáncer, un concepto que destaca la influencia sistémica del microbioma intestinal en la homeostasis inmunológica y en la evolución de procesos oncológicos. Lejos de ser un sistema aislado, el intestino actúa como un órgano inmunomodulador clave: alberga más del 70% del tejido linfoide asociado a mucosas (GALT) y es el principal campo de interacción entre el huésped y billones de microorganismos simbióticos. A través de metabolitos, citoquinas y señales de reconocimiento molecular, el microbioma intestinal puede inducir tolerancia o activar respuestas antitumorales, modificando incluso la eficacia de terapias inmunológicas.
En este contexto, Lactobacillus brevis adquiere una importancia particular por su capacidad documentada para inhibir la colonización de Helicobacter pylori, una bacteria carcinogénica de tipo I según la OMS, asociada a gastritis crónica, úlceras gástricas y, crucialmente, a adenocarcinomas gástricos. L. brevis actúa mediante varios mecanismos: producción de bacteriocinas, competencia por nichos de adhesión en la mucosa gástrica, secreción de ácido láctico que baja el pH y limita el crecimiento de H. pylori, e incluso modulación de la respuesta inmune local. Estudios in vitro e in vivo han demostrado que L. brevis disminuye significativamente la carga de H. pylori y reduce la inflamación gástrica, lo cual no solo previene daño tisular, sino que interfiere directamente en los primeros pasos del proceso oncogénico.
Así, la presencia de L. brevis no solo contribuye al equilibrio del ecosistema intestinal, sino que representa una estrategia microbiana funcional para cortar el vínculo entre infección, inflamación crónica y cáncer gástrico, fortaleciendo la visión de que la manipulación del microbioma puede ser una intervención clave en la oncología preventiva y personalizada.
Por otro lado, Akkermansia muciniphila, una bacteria anaerobia estricta especializada en la degradación de mucina, ha demostrado en estudios preclínicos su capacidad para mejorar la eficacia de los inhibidores del punto de control inmunitario (checkpoint inhibitors), especialmente anti-PD-1. Este efecto se debe a su influencia sobre la maduración de células dendríticas y la activación de linfocitos T citotóxicos, pilares fundamentales de la respuesta inmunológica contra células neoplásicas. Su presencia en el intestino se ha correlacionado con una mayor tasa de respuesta a la inmunoterapia en diversos tipos de cáncer, incluidos melanoma y cáncer de pulmón. Asimismo, su acción probiótica clásica— han cobrado relevancia en el contexto oncológico al mostrar propiedades antiinflamatorias, de refuerzo de la barrera intestinal y de modulación directa del sistema inmunitario. Estos efectos favorecen un microambiente tumoral menos tolerogénico y más susceptible a las estrategias inmunológicas.
El potencial terapéutico de estas bacterias sugiere que estamos ante una nueva frontera en la oncología personalizada basada en el microbioma, donde la manipulación de la flora intestinal —mediante probióticos, prebióticos o trasplante fecal— podría optimizar la eficacia de tratamientos convencionales y reducir sus efectos adversos.
La integración de la microbiología, la inmunología y la oncología no solo representa un enfoque innovador, sino que redefine radicalmente la manera en que concebimos la prevención y el tratamiento del cáncer. Esta visión transdisciplinaria propone un cambio de paradigma profundo: ya no se trata únicamente de destruir células tumorales, sino de reeducar al sistema inmunológico desde su raíz, tomando como eje fundamental la interacción dinámica entre el intestino y los procesos oncológicos.
El eje intestino-cáncer se convierte así en una frontera estratégica donde la microbiota intestinal emerge como un actor clave en la modulación de respuestas inmunitarias, la inflamación crónica, y la eficacia terapéutica. Este enfoque reconoce que el cuerpo humano y su microbiota conforman una unidad bifuncional indivisible, donde cualquier alteración microbiana puede desencadenar respuestas sistémicas con implicancias directas en el desarrollo y evolución de enfermedades complejas, incluido el cáncer.
Reforzando esta perspectiva, nuevas investigaciones sugieren que la manipulación consciente del ecosistema intestinal puede potenciar no solo la inmunovigilancia contra células neoplásicas, sino también mejorar los resultados de terapias inmunológicas, como los inhibidores de puntos de control inmunitario. En este marco, el microbioma deja de ser un simple acompañante fisiológico para convertirse en un co-estratega terapéutico de primer nivel.
Fuente: CanalB
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