Fue en 2012, pero pudo ser en cualquier año. En esto puede sintetizarse el escepticismo hacia la Universidad César Vallejo, que incurrió en varios errores en el seguimiento a la tesis de maestría del presidente de Pedro Castillo, entre ellos uno que también debió ser supervisado por la aclamada Superintendencia Nacional de Educación (SUNEDU). Las dos entidades mencionadas, una que vigila y otra que asiste, y el mandatario, que en su trabajo contradice teoría y práctica, habrían expuesto varias fragilidades.
“Todo gran logro tiene un inicio”. Este eslogan de la universidad César Vallejo se desdibujó desde que su líder César Acuña fue investigado en el 2016 por un presunto plagio que realizó en su tesis doctoral para la universidad Complutense, de Madrid, en el 2009. La estridencia, que cayó sobre todo en la reputación de la institución vallejiana, se desinfló, pero ahora, casi seis años después, vuelve a salir a flote con el caso de la tesis de Pedro Castillo, que la desarrolló junto a su esposa Lilia Paredes.
Fractura al estándar
Entre los requisitos de la Superintendencia Nacional de Educación (SUNEDU) para obtener un grado de magíster, está la de dominar un idioma extranjero o una lengua nativa. En pleno proceso electoral, Pedro Castillo, que no tiene un corazón delator, pero si una lengua desleal, no solo contó que no conoce otro idioma extranjero, sea inglés u otro, sino que tampoco sabe el quechua y hasta culpó por esta desproporción a la Conquista Española.
Por el incumplimiento de esta condición el entonces profesor no debió ni siquiera iniciar la elaboración de su tesis. Sin embargo, la universidad César Vallejo habría olvidado —u omitido— este estándar primario para que se obtenga el grado de maestría y la entidad supervisora de la educación no habría sido un último filtro y simplemente amontonó este trabajo, cuando ya estaba armado como quien viaja sin ver, junto a los miles de la institución vallejiana.
Uno es ninguno
La tesis de Castillo ha sido un cabo suelto hasta el corazón de otro pantano. De acuerdo a la información en Renati, la Universidad César Vallejo, de 29 años de existencia, multiplica de forma exorbitante la cantidad de trabajos inscritos (84.467) en comparación con los que tienen otras instituciones históricas como la Universidad Católica (18.594), de 150 años, y la Universidad Mayor de San Marcos (17.491), de 469 años.
En la contabilización de investigaciones registradas de la casa de estudios hay un contraste discutible entre un intervalo y otro. Desde su creación en 1991 hasta el 1 de febrero de 2017; es decir, en 26 años, registró 26.604, y desde la última fecha mencionada hasta la actualidad; es decir, en 4 años, logró admitir más del doble: 57.863.
La proliferación de tesis se dio cuando inició el periodo del vicerrectorado de investigación (2017), hoy desempeñado por Jorge Salas Ruiz, quien ha asegurado hace unos días que el trabajo de Pedro Castillo tiene un “aporte de originalidad”.
El autosaboteo
Además del alto porcentaje de plagio (54%, según Panorama), de los jurados fantasmagóricos y de la dedicatoria futuróloga a una hija que nacería varios años después, el tema que exploró el mandatario, la equidad de género, también expone una contradicción teórico-empírica, otra muestra tangible de su perfil, de lo que dice y hace.
Partiendo de su interés en el tema de su tesis, en su gabinete ministerial, por ejemplo, la paridad no ha sido una variable tomada en cuenta. Actualmente, de los 19 ministerios, incluido el premierato, solo aparecen tres mujeres: Dina Boluarte (Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social); Diana Miloslavich (Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables) y Bettsy Chávez (Ministerio del Trabajo), quien sería próximamente reemplazada por una moción de censura en su contra.
“La disonancia cognitiva es la molestia que siente una persona cuando piensa algo y hace algo distinto a lo que piensa (...) llegan a sentir culpa o vergüenza”, dice el psicólogo Jeancarlos Bolaños. Sin embargo, cuando el portador no experimenta esos efectos por alguna incongruencia detectada, es “porque están habituados, porque tienen intenciones detrás, no siempre claras, que van desde la búsqueda de algún interés o de necesidades propias”. “A veces, se evita hablar esos temas, se evade preguntas y hasta pueden llegar a justificar lo injustificable”, anuncia.
¿Castigos ejemplares?
En Perú la autoría sí tiene respaldos: el artículo 2 de la Constitución Política; el artículo 219 del Código Penal y el artículo 18 del Código Civil. En el caso de comprobarse la inconducta científica de Pedro Castillo y su esposa se les puede asignar tres tipos de delitos.
De acuerdo al abogado Pablo Plutarco, se los puede acusar de “falsedad genérica, por haber inducido al error a los funcionarios públicos del sector de educación para incrementar su ingreso de 3 mil a 6 mil soles como supuesto magíster”. También por “estafa, por los cobros indebidos al Ministerio de Educación” y “contra la fe pública, por haber plagiado y falsificado documentos para presuntamente elaborar su tesis”. Además, por estar ocupando la figura presidencial de un país está “incurriendo en incapacidad moral”.
Las fallas del sistema educativo y de sus luminarias —esos personajes que consiguen varios grados académicos en cortos tramos— ya no son ininteligibles. Además de la tecnología, enemigo público de los secuestradores de ideas, se pueden hallar fisuras en sus mismas normas medulares, las que habrían transgredido para sumarse al milagroso auge de investigadores. ¿Habrá un final a medias? ¿o se marcará un precedente?
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Fuente: CanalB
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