El Comando Vermelho es hoy una de las organizaciones criminales más influyentes de Brasil, pero su origen dista mucho de la estructura violenta y sofisticada que domina varias zonas del país.
Surgió en los años setenta en la cárcel de Ilha Grande, donde presos comunes fueron mezclados con presos políticos durante la dictadura militar. Ese contacto permitió que los reclusos sin educación formal aprendieran sobre derechos, organización interna y estrategias de resistencia. Primero se llamaron Falange da Segurança Nacional, luego Falange Vermelha y, finalmente, Comando Vermelho, nombre que fue popularizado por la prensa.
La transición de un grupo de autodefensa dentro de la prisión a una red criminal ocurrió rápidamente. La organización comenzó a coordinar fugas masivas y asaltos a bancos para financiarse. A inicios de los años ochenta, descubrió una fuente más lucrativa: el tráfico de cocaína, impulsado por las nuevas rutas internacionales que conectaban Sudamérica con Europa. Ante la necesidad de proteger sus cargamentos, el Comando Vermelho adoptó un sistema de armamento creciente y territorios bajo control, especialmente en favelas de Río de Janeiro.
Con el tiempo, su influencia dejó de ser local. Investigadores explican que el grupo funciona como una “franquicia criminal”: distintos líderes controlan sectores, pero sin una jerarquía rígida única. Esa flexibilidad le permitió extenderse fuera de Río y establecer alianzas con facciones de otros estados. En los últimos años, la organización aumentó su área de control territorial y llegó a concentrar más de la mitad de las zonas dominadas por grupos armados en la región metropolitana de Río.
El poder económico del Comando Vermelho también creció. Aunque el narcotráfico sigue siendo su principal fuente de ingresos, la banda diversificó sus actividades hacia otros mercados ilícitos, como el oro, el combustible y el contrabando de bebidas y tabaco. Estudios sobre crimen organizado estiman que estas actividades movieron miles de millones de dólares en economías paralelas durante los últimos años, consolidando su rol como actor dominante en negocios ilegales dentro y fuera de las favelas.
La modernización tecnológica acentuó su peligrosidad. En distintos operativos policiales recientes se encontraron armas ensambladas con piezas impresas en 3D y talleres clandestinos con maquinaria industrial capaz de fabricar rifles a gran escala. Al mismo tiempo, los traficantes comenzaron a utilizar drones para lanzar explosivos, una táctica que marca un salto cualitativo en el control de sus territorios. Expertos atribuyen parte de este aumento en la capacidad armamentística a la flexibilización de normas de acceso a armas entre 2018 y 2022, lo que facilitó el desvío de armamento legal hacia organizaciones criminales.
La presencia persistente del Comando Vermelho plantea una pregunta que las autoridades brasileñas aún no pueden responder: cómo desarticular una red que nació en el corazón del Estado, se fortaleció a través de décadas de violencia y economía ilegal, y hoy combina poder territorial, armamento sofisticado e ingresos multimillonarios. Mientras las operaciones policiales se vuelven más frecuentes y letales, las comunidades atrapadas en medio de esta guerra continúan enfrentando el mismo conflicto: el dominio del crimen y el costo humano de los intentos del Estado por recuperarlo.
Fuente: CanalB
Mary Laos, representante de Mission…
Durante una entrevista en el…
Durante una entrevista en el…
En el marco de la Feria Perú…
El expresidente Pedro Pablo Kuczynski…