Por Javier Díaz Orihuela, exsenador de la República
“Cuando una cosa deja de ser objeto de controversia, deja de ser un asunto de interés”. Esta conocida expresión cae a pelo con la vida política partidaria. En este ámbito, las desavenencias son continuas. Los enfrentamientos internos en partidos que cuentan con miles de afiliados, trascienden negativamente a extramuros.
Que existan en la dimensión y proyección apropiadas es inevitable y hasta necesario porque arrojan luz en los claroscuros, enriquecen el debate. El inconveniente ocurre cuando una minoría no acepta el rechazo de la mayoría a una idea, iniciativa o proposición por carecer de fundamentos, de racionalidad o de interés público. Se produce entonces un espacio de confrontación compleja de revertir.
De allí que en todo partido político, es necesario crear una especie de comisión nacional de conciliación -una especie de VAR en el fútbol (Video Assistant Referee)-, la misma que, integrada por afiliados con reconocida fidelidad, sentido común y de perfil componedor, determine un veredicto de obligado cumplimiento; como en el fútbol.
La propuesta es pertinente. Las discordias, se presentan mayormente en épocas electorales, tanto internas como externas y no pueden trascender a principios, valores y virtudes que identifica a un partido. Porque no basta el rol del Defensor del Afiliado en la defensa de los derechos de la militancia, sino, además, una instancia superior que aprecie posiciones controvertidas en función del bien común y la buena imagen de la institución política.
La finalidad de un partido, como por ejemplo Acción Popular, es llevar a la práctica sus ideas-fuerza expresadas en planes de gobierno de alcance nacional, regional y subnacional. Claro está que no solo es el hecho de alcanzar el poder, sino volcar el ejercicio de este en beneficio e la ciudadanía.
Se entiende que las políticas públicas son producto de concienzudos análisis, estudios profundos y transparencia en su ejecución. Estos factores generan alto impacto productivo, eficiencia, eficacia y credibilidad social.
Por ello es necesario que el capital humano político esté bien formado en valores y entrenado para liderar bienestar y desarrollo sostenible y la política sea una carrera.
En Inglaterra, por ejemplo, un diputado es reconocido después de cinco años de ejercicio. A los diez años es escuchado en la Cámara. Entre los 15 a 20 años es posible que llegue a ser ministro titular o en la sombra y después, intentar ser el líder de su partido y de allí a primer ministro.
En nuestro medio, las luchas internas irresolutas desmejoran el capital humano partidario y la identidad e imagen de una estructura política, por lo que hay poderosas razones para crear la comisión de alto nivel de reconciliación.
La Comisión sería convocada cuando las circunstancias lleguen a extremos inaceptables, y su accionar se materializará por acuerdo de las autoridades vigentes. Después de todo, en tiempos de alta competencia deportiva -en política se expresa de manera parecida-, el mencionado VAR tiene efecto de juez supremo, es decir es instancia final y a jugar de nuevo.
Fuente: CanalB
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