Por Alfonso Baella Herrera, CEO CanalB.pe
1. La narrativa fabricada:
La primera versión que inundó redes y portadas hablaba de un “asesinato policial”. Fue inmediata, emotiva y calculada: el guion estaba listo antes de los hechos. En pocas horas, Magallanes pasó de policía a “verdugo del pueblo”. No hubo peritaje, video, ni contexto. Solo la consigna. Era el libreto clásico de la izquierda caviar: convertir toda acción policial en un crimen de Estado para bajarse al gobierno que se estaba instalando.
2. El informe que desarma el mito:
Hoy el informe forense ha confirmado que la bala rebotó en el pavimento antes de impactar a Eduardo Ruiz. No hubo disparo directo ni ejecución. Fue un rebote, un lamentable accidente en medio del caos. La verdad científica destruye el relato ideológico. Y con ella se derrumba toda la acusación de “asesinato”.
3. El contexto omitido:
Los nuevos videos muestran que Magallanes fue atacado brutalmente por una turba. Le arrojaron objetos, entre ellos una botella que casi lo deja inconsciente. Estaba acorralado, solo y sin refuerzos. En ese instante no enfrentaba a manifestantes pacíficos, sino a una multitud violenta que intentaba lincharlo. Su disparo fue un acto de supervivencia, no de agresión.
4. La izquierda necesitaba un mártir:
Para sostener su discurso de “represión del régimen”, la izquierda radical necesitaba un muerto. La maquinaria mediática y ONGista se activó en segundos: comunicados, hashtags, pronunciamientos, marchas, declaraciones indignadas. Pero la verdad los desnudó. No hubo asesinato ni víctima heroica; hubo un policía que evitó ser asesinado.
5. La hipocresía de los defensores selectivos:
Los mismos que justifican las agresiones a policías en nombre de la “protesta social” ahora guardan silencio. Donde antes pedían justicia, hoy callan. Ninguno exige reparación moral para Magallanes. Ningún defensor de derechos humanos salió a reconocer el error o pedir disculpas. Porque su causa no es la verdad, sino el poder.
6. El uso político del dolor:
A la izquierda caviar no le interesaba el cuerpo de Eduardo Ruiz, sino el símbolo. Lo necesitaban para mantener viva la narrativa del “Estado asesino”. Pero cuando se demostró que fue un rebote, que el policía fue la víctima y no el verdugo, se retiraron del tema con el mismo silencio con que abandonan todas sus causas cuando dejan de ser útiles.
7. El precio de la verdad:
Hoy - aunque ya en libertad - Magallanes sigue bajo investigación, estigmatizado, con su nombre arrastrado por titulares que no se rectifican. Nadie restituye su honor ni el de su familia. Es el precio que pagan los uniformados por cumplir su deber en un país donde la izquierda domina la agenda moral, pero carece de ética.
8. El verdadero peligro:
El caso Magallanes no es un hecho aislado. Es el reflejo de una estrategia: debilitar a la Policía, sembrar miedo en los agentes y convertir el orden público en un terreno prohibido. Si el policía duda antes de actuar, gana la turba. Y cuando el orden se rinde, el país se derrumba.
9. La lección final:
La verdad tarda, pero llega. El suboficial Magallanes no es un asesino; es un sobreviviente de una masacre. Y la izquierda caviar, que hoy calla, debe cargar con el descrédito de haber usado la mentira como arma política. En el Perú, la guerra por la verdad sigue abierta, y este caso marca un punto de inflexión: la justicia y la evidencia científica le ganaron —por fin— a la manipulación ideológica.
Fuente: CanalB
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