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Los ruidos de Lima y la falta de educación, por Juan Carlos Suttor

Publicado el 17 de julio de 2023

Por Juan Carlos Suttor, publicado en su blog Sin Pelos en la Lengua

 

Esta vez me salgo del tema netamente político, para tocar un asunto más bien vecinal y de salud, que nos afecta a los limeños, que atañe a los alcaldes y otras autoridades, por lo que, a la larga, sigue siendo un tema político.

 

Me refiero a los ruidos molestos (valga la redundancia, porque no hay ruidos agradables) que se dan en nuestra ciudad y seguramente en muchas otras, que cada día se incrementan sin que ninguna autoridad haga nada o muy poco.

 

Ahí están las estúpidas alarmas de los autos que se activan al paso de una moto ruidosa que hace servicio de delivery u otro, sin que el propietario se entere; las alarmas de las casas o edificios que suenan cada vez que se abre la puerta del garaje, cuando la luz roja del "sistema" es más que suficiente para alertar al peatón; los pitos de los policías que, como es costumbre, siempre se ubican en el mismo lugar donde hay semáforos creyendo ser más inteligentes que estos, que se encuentran programados.

 

Si tuvo la desgracia de estar cerca, está también la molestia que generan las construcciones de edificios con todo lo que ello implica, como son los gritos del personal —absolutamente irrespetuosos—, sus pitos, el ruido de los camiones que transportan material o desmonte, o el de la propia maquinaria y herramientas que operan.

 

No faltan los imbéciles —no pueden tener otro nombre— que en un semáforo se ponen a tocar el claxon de su vehículo, como si este pudiera cambiar de color ante sus impertinentes e irrespetuosos ruidos. Respecto a estos bípedos ignorantes, ¿a quién no le gustaría tener un bate de beisbol para reventarles su vehículo mientras se prenden de su bocina?

 

¿A ver si estos cretinos se atreven a tocar el claxon en un embotellamiento de tráfico cuando alquilan un auto en cualquier ciudad de los Estados Unidos?

 

Están también los patrulleros y vehículos de serenazgo, a quienes les encanta hacer sonar sus sirenas, especialmente en horas de la madrugada, como diciéndonos "si yo no duermo tú tampoco, ¡jódete!".

 

Por supuesto, si está en un lugar cerrado, como podría ser un restaurante, la sala de espera de una clínica u otro similar, nunca faltará el cretino que hablará por teléfono, mirará videos, escuchará su música u otros, con el speaker abierto y sin usar sus auriculares. Una total y absoluta falta de respeto y de educación.

 

Last but not least, están las ambulancias. Cada día son más, cada día son más empresas o clínicas diferentes, cada una de ellas con una sirena diferente, dependiendo de dónde importaron el vehículo y que, seguramente amparadas en alguna ley, tienen el derecho de alterar la tranquilidad de los vecinos. En una ciudad colapsada por el tráfico, creen que, por hacer sonar su sirena, por arte de magia, el tráfico se disipará y no es así y se pueden pasar por lo menos cinco minutos, delante de uno, haciendo ruido con el tráfico paralizado. Dios no quiera que le toque una ambulancia detrás de usted cuando esté conduciendo por una avenida, porque definitivamente no podrá hacer nada, más que estresarse por la impotencia de no poder moverse y aguantar su ruido infernal, mientras el paciente se muere porque tres cuadras más adelante, en un semáforo, nadie se ha enterado de que hay una ambulancia.

 

Y pregunto, ¿existirá algún requisito especial para ser conductor de ambulancia? ¿O cualquier chofer de colectivo o combi, seguramente con brevete trucho, puede ejercer esta importante responsabilidad?

 

Si a todos esto le sumamos los ladridos ocasionados por las mascotas —incluida la mía—, aunque hay mascotas normales y mascotas histéricas como la del departamento que colinda con el mío; el ruido que pudiera generarse por fiestas privadas donde el último que importa es el vecino, entonces llegamos a una situación de caos auditivo del que nadie se hace responsable.

 

¿Las municipalidades hacen algo? Sí, sin duda, a pesar de que sus vehículos de serenazgo son unos de los principales generadores de ruidos, gracias a sus sirenas. Pero, a pesar de la existencia de decenas de ordenanzas en contra de los ruidos molestos, lamentablemente las municipalidades parece que están enfocadas solo en los ruidos ocasionados por fiestas y no en muchos de los que he mencionado anteriormente.

 

Ni se le ocurra llamar a la comisaría más cercana para quejarse porque le dirán que el tema de ruidos molestos no es de su competencia. sino de las municipalidades, lo cual es cierto.

 

Finalmente, creo que este es un problema que debe abordarse desde dos esquinas. Por un lado, está el ciudadano y su falta de educación, cultura y respeto por el prójimo. Por el otro lado, están las autoridades, que no saben hacer cumplir las leyes, las ordenanzas y menos, hacerse respetar. En ambos casos, hay responsabilidad del gobierno de turno.

 

 

 

Fuente: CanalB

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